Page 56 - actas fundación caser noviembre 2018
P. 56
FUNDACIÓN CASER
Esta situación nos lleva a afirmar que los profesionales carecen de herramientas y de pre-
paración para poder intervenir cuando las características cambian. Lo que llamamos mala
práctica profesional no es debido a errores intencionados, sino a la falta de adaptación de las
instituciones a una sociedad diversa y plural.
Estas reflexiones y constataciones nos llevan a afirmar que es necesario ampliar el hori-
zonte del análisis de la soledad de las personas mayores; soledad no es no tener autonomía
ni capacidad suficiente para mantener una cierta vida digna relacional en el propio domicilio
o verse aislado, ser un anónimo o un desconocido. Soledad son las situaciones producidas
por otras barreras ante la forma de reaccionar ante alguien desconocido y diferente, en base
a estereotipos sociales que alimentan el sentido de amenaza. Intervenir en base a modelos
centrados en la persona supone aceptar que la persona es un todo compuesto de emocio-
nes, sentimientos, vivencias y oportunidades. Evitar el trato y el roce o dar un paso más hacia
el rechazo y exclusión no dice nada en positivo de una sociedad que alimenta este tipo de
conductas y no dice nada a favor de una sociedad que delega su responsabilidad y el trata-
miento e intervención ante estos problemas en los profesionales.
La soledad inducida por estas prácticas profesionales (o mejor no prácticas) nos parece tan
grave como la soledad en el entorno del domicilio.
La soledad en el seno familiar o en el entorno institucional y la soledad en el mundo rural o
urbano, son dimensiones de un mismo problema y son realidades de contextos sobre los que
los servicios socio-sanitarios han de intervenir.
No corren buenos tiempos para las personas mayores con independencia del medio donde vivan.
Podemos dirigir la mirada a las personas mayores del mundo rural, ese mundo de despoblación, de
la España vacía como la ha llamado Sergio del Molino y también a las personas mayores del mundo
urbano. Son dos realidades que viven un mismo fenómeno o problema, pero con rasgos diferentes.
Los discursos y escritos que hablan de esa España rural, de esa Siberia demográfica, se
está convirtiendo en un lugar común. Pero más allá de esa expresión tan plástica, está el
análisis de lo que ocurre en el mundo rural, sobre todo en el mundo rural de Castilla y León,
donde la cantidad de poblaciones de escasa densidad nos da una imagen no solo de sole-
dad, de vacío, sino también de personas muy envejecidas. Pero siendo esta una de las señas
de identidad más características del ese mundo rural, podemos hablar de dos tipos de sole-
dades: la soledad del abandono y olvido institucional, y de la soledad que viven las personas
a medida que van perdiendo lazos de relación porque las redes familiares y de convivencia
cada vez se hacen menos densas y más frágiles.
El sobreenvejecimiento y las pérdidas de vecinos y familiares hacen de la soledad uno de
las principales preocupaciones y problemas tanto en el ámbito urbano como rural. Perder la
56