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LA SoLEDAD EN LAS PERSoNAS MAYoRES EN ESPAñA. uNA REALIDAD INVISIbLE
red de apoyo y protección de la familia y de los vecinos, empieza a ser ya una enfermedad
social que si no se ataja puede convertirse en la pandemia del siglo xxI.
No obstante, la forma de vivir y afrontar la soledad en el mundo rural presenta una imagen
bastante diferente a la soledad de las personas mayores del mundo urbano. Aunque en el
mundo rural disminuyan las redes y las relaciones debido a las constantes pérdidas y a las
dificultades y déficits que acarrea la edad, siguen existiendo o predominando valores de
convivencia que no se conocen o no se dan de la misma forma en las personas mayores
que viven solas en el medio urbano. Las visitas entre vecinos, la preocupación, entendida a
veces como un control social propio de comunidades tal como las identificaba el sociólogo
F. töennis, al diferenciarlas de las sociedades más formales, hace que en cualquier persona
mayor, a pesar de su vida en solitario, no se viva la soledad como un olvido o una ignorancia
de su existencia. Esa solidaridad espontánea, cercana, vecinal a la que otro clásico de la
sociología como Durkheim se refería para diferenciarla de una solidaridad más formal, más
mecánica, es capaz de aliviar la inseguridad, angustia y miedo que pueden tener las personas
mayores a la soledad, al silencio, a la desconexión del mundo cercano.
El mantenimiento de las relaciones personales hace que la poca gente que permanece en
las zonas rurales aún sienta la preocupación de acompañar, interesarse y prestar apoyos a las
personas mayores cuando por circunstancias diversas siguen viviendo solas en su domicilio,
haciendo frente a los avatares de la vida. Los servicios de Ayuda a domicilio, teleasistencia y
el acompañamiento espontaneo de los vecinos disminuye el riesgo de las consecuencias de
la soledad y del anonimato. La red social de vecindad promueve esta solidaridad espontánea
y esta ayuda sin necesidad de organizaciones de voluntariado. Es un valor de la forma de ser
y cultura del mundo rural.
El panorama es diferente si nos referimos a las personas mayores del mundo urbano. Las
personas cuando se ven en un proceso de envejecimiento y decrepitud, tienen alternativas
diferentes: optar por permanecer en su hogar o por las residencias para ser atendidos me-
diante apoyos profesionales. Lo cierto es que esta opción no es algo que esté al alcance de
todos, bien sea por carecer de recursos económicos o bien por no ser conscientes de los
riesgos que lleva el envejecimiento. La descoordinación entre mente y sentimiento, entre lo que
se piensa y lo que realmente el organismo experimenta como limitaciones y deterioros, produce
un espejismo en muchas personas mayores que les dificulta poder asumir o tomar una decisión.
Estas situaciones, sobre todo cuando las personas mayores no tienen quien les asesore
o aconseje, pueden incidir en que no se demanden servicios de apoyo como las ayudas en
el domicilio, la teleasistencia o el voluntariado social, para poder alargar la vida en el propio
domicilio o en último caso optar por los servicios residenciales. El desconocimiento y a veces
la falta de implicación de profesionales del ámbito social y sanitario, que no siempre llegan a
todas las necesidades por el volumen de trabajo y de personas usuarias a las que no pueden
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