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LA SoLEDAD EN LAS PERSoNAS MAYoRES EN ESPAñA. uNA REALIDAD INVISIbLE





            referido a un sistema que olvida a las personas y se interesa solo por los resultados. Cuidar
            o ser cuidado es intrínseco a la naturaleza humana.


              Hablar de donación y de ética de los apoyos y del cuidado es recuperar valores que en el
            devenir de la historia han quedado en un segundo plano; recuperar la solidaridad como un
            deber ciudadano es un signo de la devolución de un rostro más humano a la propia sociedad.
            No se trata de obligar a nadie a apadrinar a una persona mayor y hacerse responsables de su
            cuidado y seguimiento; pero si no hay una colaboración ciudadana para que las instituciones
            que tienen la responsabilidad de acercar servicios, recursos y actuaciones profesionales  a
            esta personas, si estos principios solidarios no existen, difícilmente se podrá dar respuesta
            a la situación cada vez más alarmante del problema de soledad en las personas mayores
            Soledad que es un reflejo de una sociedad, soledad que se incrementa cuando las actitudes
            o la cultura del edadismo menosprecia y denosta a las personas mayores por haber perdido
            parte de sus rasgos, y predomina una sociedad que valora la prisa, la velocidad, el ritmo, esto
            es algo que requiere revisión. Retornar a una sociedad donde los valores de la solidaridad y el
            compromiso estén por encima de los rasgos físicos, es un reto y una tarea de sensibilización
            a emprender con urgencia.


              El sistema educativo tiene un papel esencial: a él le corresponde transmitir valores, desa-
            rrollar programas con los menores para que sean conscientes de que en el mundo hay otras
            edades y otras personas con necesidades de afecto, de comunicación, de intercambio al
            igual que lo tienen el resto de las personas. La edad y el envejecimiento no hacen que estas
            necesidades se acaben, al contrario. Partiendo de esta premisa lo que se debe realizar es
            un retorno a valores humanistas, valores auténticamente sociales y ciudadanos, donde el
            compartir, el apoyo y la ayuda, se conviertan en principios de intervención. Reivindicamos al
            abordar el problema de la soledad la necesidad de acercar a todas las edades y a los ciuda-
            danos de todas las edades hacia el mundo y los intereses, la situación y los problemas de las
            personas mayores.

              Es necesario romper resistencias, valores modernos, que el cambio, las alternativas al mo-
            delo y valores dominantes dejen paso a una sociedad en la que las costumbres y la moral se
            adecuen a determinados principios éticos. La ayuda al desvalido, a personas que están en
            situación de precariedad se reconoce en todos los foros. Cuando se habla de las Personas
            con Discapacidad se afirma que la sociedad tiene que prestar apoyos para que cualquier
            persona pueda avanzar hacia una mayor igualdad, nos señala la necesidad de avanzar en
            una política de apoyos como reflejo de esa solidaridad. Es una obligación moral de todos los
            ciudadanos y de los sistemas públicos que se encargan de la protección social de todos los
            ciudadanos. En este sentido afirmamos que entran con carácter preferente las personas de
            edad que sufren la soledad y sus consecuencias, que se ven desarraigadas, discriminadas
            o se perciben como personas sin identidad, sin existencia, porque la propia sociedad les ha
            dado la espalda.





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