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FUNDACIÓN CASER





            características del medio en el que se vive (rural o urbano), el tipo de sociedad cada vez más
            individualista y menos solidaria o los procesos de institucionalización, son algunas de las
            explicaciones a este fenómeno cada vez más frecuente y que, como se ha señalado, afecta
            de forma especial a las personas mayores.


              Por eso, Díaz Nicolás y Morenos Páez (p. 35) señalan que “la soledad en las personas
            mayores es una realidad. El porcentaje de población mayor de 65 años en España se sitúa
            actualmente en torno al 18%, por lo que este incremento, consecuencia del aumento de la
            esperanza de vida en los últimos años, provoca que haya más volumen de personas mayores
            solas y, por tanto, un mayor riesgo de sentirla.


              Los expertos consideran que la vejez es una etapa en la que frecuentemente aparece esta
            dolencia, ya que estos sentimientos se van incrementando progresivamente a medida que se
            desarrolla la trayectoria vital y se va adquiriendo una cierta longevidad”.


              Este problema, que como hemos señalado, algunos autores lo asocian a la salud y lo vin-
            culan como una enfermedad de la sociedad actual, plantea retos importantes a los servicios
            sociales y a las diferentes respuestas que puedan diseñarse para paliar sus efectos: cuida-
            dos, servicios de vigilancia mediante el uso de las tecnologías, redes sociales, voluntariado,
            como recursos con efectos tanto en lo psicológico como en los aspectos sociales, la desvin-
            culación, el descuido, el abandono, o los sentimientos y deseos de suicidio que empiezan a
            detectarse con más frecuencia.

            2.3. La soledad de las personas mayores según la oMs.


              El informe mundial de la salud (2015) aborda el tema de la soledad en las personas mayores y
            establece las estrategias para combatirla. Recogemos aquí las principales ideas de este informe.


              El aumento de la autonomía residencial es consecuencia de las mejoras en las condiciones
            de salud y de la independencia económica. Pero, esto puede traducirse también en una ma-
            yor vulnerabilidad frente a situaciones de fragilidad y necesidad de ayuda. Las personas que
            viven solas tienen un mayor riesgo de experimentar aislamiento social y de privación econó-
            mica. La viudedad es más elevada entre las mujeres, debida a la mayor mortalidad masculina,
            y por ello son las mujeres las que sufren la soledad, y como consecuencia comienzan los
            problemas de dependencia y de necesidad de ayuda (Sancho, 2011).


              La soledad (insatisfacción con el número y la calidad de las relaciones sociales) y el ais-
            lamiento social (falta de contacto social) son dos factores que probablemente indiquen la
            ausencia de redes sociales fuertes. Si bien ambos se asocian con deterioro del estado de
            salud y de la calidad de vida, la soledad y el aislamiento social son características únicas y tal
            vez tengan distintos efectos en la salud. Las estimaciones de la prevalencia del aislamiento





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