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FUNDACIÓN CASER
En esta parte de la exposición quiero presentar otras facetas de la soledad, del aislamiento
y del olvido a las que se han de añadir el rechazo, la exclusión y el desamor que se puede
producir en el entorno de la familia o el descuido, abandono o negligencia que se produce en
ocasiones en las instituciones geriátricas.
Hablar en términos globales de la soledad de las personas mayores parece a menudo dirigir
la mirada hacia mujeres de mucha edad, que viven en pisos sin ningún trato ni relación con
el entorno. Los datos de hogares unipersonales que nos ofrece el INE ponen de relieve el in-
cremento constante del número de personas que se encuentran en estas situaciones. Incluso
se nos ofrecen perfiles en relación al tema de la soledad: mujer, viuda, con limitaciones de
movilidad, con dependencia o dificultades para realizar las actividades de la vida diaria… a
las que a veces también se añaden conductas poco saludables o deterioros de tipo cognitivo.
Con frecuencia es a ese prototipo de persona mayor al que se dirigen las alarmas y se ponen
de manifiesto las desatenciones, falta de cuidados, la poca solidaridad, la despreocupación
de la sociedad y de los profesionales, como problema endémico de nuestras sociedades.
Pero el rostro de la soledad de las personas mayores tiene otras caras. Sin pretender magni-
ficar ni crear alarmas hay que señalar que la soledad también es vivir aislado de emociones,
reconocimientos, aceptaciones de otras personas. Conductas en la familia o de profesionales
en las que se hace el vacío o en las que no se atienden adecuadamente a las personas en
los centros residenciales o en las instituciones son otra cara de la soledad que hay que tener
presente para poder intervenir.
Los diversos estudios realizados sobre el maltrato a los ancianos coinciden en incluir den-
tro de esta problemática el denominado maltrato psicológico y emocional. Maltrato que se
puede producir tanto en el entorno de la familia como en los centros residenciales. El efecto
suele ser siempre causa de dolor, de desvinculación y de aislamiento. Son conocidas y es-
tudiadas determinadas conductas familiares que ahondan el sentimiento de soledad en las
personas mayores aunque se comparta el mismo hogar. Los silencios, los desprecios, la falta
de comunicación, el verbalizar la carga y sobre carga que supone ocuparse o cuidar a una
persona mayor, sobre todo si se encuentra en situación de dependencia, son conductas fre-
cuentes, cuyo efecto más directo es la inhibición, desvinculación, aislamiento y sentimiento
de soledad que sufren muchas personas mayores.
Este sentimiento de soledad en compañía o en familia es o puede ser aún más doloroso
que la soledad que se vive por carecer de lazos o redes familiares o sociales en un momento
dado.
Vivir en comunidad o en centros rodeados de otras personas y con profesionales, también
puede reproducir situaciones de aislamiento y soledad. Muchos de los recursos destinados
para atender las necesidades de las personas mayores no están abordando de forma
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