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FUNDACIÓN CASER





            toda la responsabilidad es, prácticamente, para los servicios sociales (reforzados así como
            subsidiarios y residuales), y en la que se habla, entre otras cosas, de provisión y distribución
            de alimentos, de prestaciones y servicios para hacer frente a deudas hipotecarias e incluso
            de “servicios básicos de medicación”.


              Colegas como quim brugué han utilizado la expresión “problemas malditos” (wicked pro-
            blems, también traducida como “problemas retorcidos” o “problemas perversos”) para refe-
            rirse a los que tienen que ver con el diseño de la integración intersectorial entre diferentes
            políticas públicas para la prevención o abordaje de situaciones complejas que reclaman el
            concurso importante de distintas ramas o sistemas de nuestros Estados de bienestar (brugué
            y otras, 2015). Posiblemente, el hecho de que los servicios sociales universales procedan de
            la asistencia social residual, que, por definición, podía ofrecer a las personas excluidas una
            atención integral con prestaciones y servicios propios de varios sistemas (como, por ejemplo,
            alojamiento, atención sanitaria, alimentación o educación) hace que la integración horizontal
            entre los servicios sociales y otras ramas del bienestar revista especial complejidad y abun-
            den las que podríamos calificar como soluciones inadecuadas.


              Soluciones inadecuadas, por ejemplo, parecen aquellas que contribuyen a que los servicios
            sociales retrocedan y regresen a aquella pretendida atención integral residual. Esto sucede
            cuando profesionales sanitarias, educativas o de los servicios de empleo, por citar tres ejem-
            plos, estiman que la complejidad de la situación de una persona a la que están atendiendo
            les justifica para desentenderse de ella y asumen la relación intersectorial con los servicios
            sociales como un mecanismo para pretender que los servicios sociales se hagan cargo glo-
            balmente de la persona en cuestión. Diciendo, por ejemplo, frases como “yo no he estudiado
            para tratar a este tipo de personas”, incompatible con la universalidad que se supone y la
            inclusividad que se espera de los servicios en los que dichas profesionales trabajan.


              Solución inadecuada, en un sentido opuesto a la anterior, parece la pretensión de que un
            número importante de profesionales de la intervención social y otros recursos propios de
            los servicios sociales estén dentro de otros sistemas o dependan de ellos. No se trata, por
            ejemplo, de negar que haya cierta cantidad de profesionales de la intervención social fuera de
            los servicios sociales (del mismo modo que en los servicios sociales hay médicas, cocineros,
            arquitectas o artistas), pero cabe considerar inadecuadas las soluciones que, intentando for-
            talecer la intervención social en otros sistemas, contribuyen al debilitamiento, subordinación
            o instrumentalización de los servicios sociales.


              Seguramente  la principal  causa estructural  de que la integración intersectorial  entre
            los servicios sociales y otros sistemas sea un problema maldito es que la operación de
            transformar la asistencia social-última red en un pilar sectorial y universal más del sistema de
            bienestar, con su cometido acotado y basado en el conocimiento, dista de estar completada,
            de modo que desde los servicios sociales y las profesiones de la intervención social se





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