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FUNDACIÓN CASER





            está transformando profundamente el mundo económico y laboral y las dinámicas habita-
            cionales y territoriales, generando nuevas oportunidades de inclusión social, pero, sin duda
            también, grandes amenazas de precarización, segregación y, en definitiva, exclusión laboral,
            residencial y, finalmente, social. Por otra parte, las propias políticas sociales y otras interven-
            ciones pro bienestar más o menos conectadas con ellas, a su vez, son parte de la solución,
            pero también son parte del problema, en la medida en que se institucionalizan y, en algunos
            casos, pierden eficiencia y versatilidad; porque, en ocasiones, desencadenan efectos no de-
            seados; o, en todo caso, porque, dando respuesta a ciertas necesidades y retos, generan
            otras necesidades y retos: contribuyendo de forma determinante al bienestar e inclusión
            social de muchas personas, pueden generar nuevas fronteras divisorias entre colectivos po-
            blacionales y conflictos de interés entre ellos. Al respecto, por ejemplo, resulta creciente y
            crecientemente preocupante el denominado “chovinismo del bienestar”.

              Por otra parte, el denominado tercer sector, que había emergido en el último cuarto del siglo
            xx como una esfera o agente diferenciado del mundo del mercado y de la institucionalidad
            pública y, pretendidamente, más cercano a (y sinérgico con) las relaciones y redes primarias
            de carácter familiar y comunitario, parece orientarse en exceso a la gestión de servicios pro-
            fesionalizados financiados con dinero público e incumplir su promesa en la medida en que
            “los impulsos mercantiles y burocráticos parecen estar ganando terreno en Europa, y des-
            plazando significativamente los voluntarios y cívicos que han caracterizado históricamente
            a este sector. Aunque hay significativas diferencias entre países y modelos de sociedad civil
            dependiendo de sus arreglos institucionales y políticas públicas, esta tendencia de desarrollo
            es evidente en cierta medida en todas partes y resulta importante desde el momento en que
            sitúa a las organizaciones del tercer sector en una perspectiva de supervivencia, privilegiando
            las estrategias de adaptación que prestan atención prioritaria a lo que se ha de hacer para
            sobrevivir. (Enjolras y otras, 2018: 216).


              En estos diferentes procesos sociales a los que se ha hecho referencia, “la potencia pro-
            ductiva se acoge a la ley sistémica de que una mayor complejidad se logra por una mayor
            dependencia de menos factores más cruciales” (Vidal, 2018: 310) y “cualquiera de las inter-
            venciones en el sistema afecta de modo más crucial e incierto, porque tenemos umbrales de
            garantía cada vez menores” (Vidal, 2018: 309). En definitiva, “son nuestros propios errores y
            los nuevos retos desencadenados por nuestra acción los que nos instan a tener que hacer
            más elevado el grado de complejidad” (Vidal, 2018: 308-309). Se ha de recordar, además que
            “la evolución tiene una componente vertical que afecta a la complejidad de los organismos,
            y otra horizontal que afecta a su diversidad” (Wagensberg, 2002: 44), de modo que “la evo-
            lución vertical ocurre cuando la incertidumbre arrecia y aumenta la complejidad de la vida”
            (Wagensberg, 2002: 44 y “la evolución horizontal ocurre cuando la incertidumbre amaina y
            aumenta la diversidad de la vida” (Wagensberg, 2002: 45).









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