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PERSPECtIVAS Y PRIoRIDADES EN AtENCIóN INtEGRADA





            Es esta necesidad de coordinación (en términos de Mintzberg) la que, a partir de los procesos
            operativos de servicio para dar satisfacción a necesidades (normalmente) individuales, va
            generando, por ejemplo, procesos de gestión y de gobierno y las correspondientes actividades
            administrativas o directivas, también de carácter profesional. Por eso, lo que hace un cocinero
            se parece muy poco a lo que hace una fisioterapeuta, pero la labor de la directora financiera
            de la cadena de restaurantes en la que trabaja el cocinero y la del director financiero de la
            empresa que emplea a la fisioterapeuta son muy similares. Y por eso la labor de la ministra
            de Industria se parece funcionalmente tanto a la labor del ministro de Salud.


              Como se avanzaba antes, en el desarrollo de la esfera del Estado, de las instituciones políti-
            cas, de las políticas públicas como acción intencional del Estado para influir en parcelas de la
            vida social, se advierte la tendencia a especializar y estructurar las políticas públicas también
            por sectores de actividad. tendemos a incluir entre las políticas sociales sectoriales aquellas
            en cuya cadena de valor para la prescripción, producción y dispensación de bienes y servi-
            cios han ido ganando peso estratégico las estructuras profesionalizadas del sector público
            (Greve, 2019: 11). Pues bien, se propone identificar la crisis de los cuidados (Pérez orozco,
            2014: 212-213) como el principal fenómeno social que está demandando (o, vista de otro
            modo, ofreciendo una importante oportunidad para) un replanteamiento global o sistémico
            del conjunto articulado de las políticas sociales.


              La crisis de cuidados, desde cierto ángulo, puede ser vista como el aspecto más emergente
            de una crisis sistémica de la sostenibilidad relacional de la vida, entendiendo por tal la ca-
            pacidad (siempre relativa e insuficiente) que alcanzamos las personas y las comunidades de
            vivir y sobrevivir gracias a nuestras relaciones primarias, es decir, las gratuitas y recíprocas
            que mantenemos en nuestras redes y entornos familiares, amistosos, convivenciales, veci-
            nales o digitales. Relaciones primarias entre personas necesariamente diversas que se com-
            plementan y construyen mutuamente, pues, del mismo modo que la sostenibilidad ambiental
            dependería de que las actividades humanas promuevan (en lugar de destruir) la biodiversidad
            (entendida como la variedad de seres vivos en sus interacciones naturales), la sostenibilidad
            relacional se basaría en que los seres humanos cuidemos (y no socavemos) la necesaria
            diversidad humana (sexual, generacional, funcional y cultural) y las relaciones primarias exis-
            tentes entre las diversas personas (Donati, 2018). Se ha definido la comunidad como “grupos
            o redes de personas que comparten un común sentido de pertenencia basado en conexiones
            compartidas tales como una proximidad geográfica, intereses, características sociodemo-
            gráficas, experiencias, vínculos emocionales u otros propósitos comunes. Las comunidades
            pueden estar basadas en interacciones cara a cara o en conexiones virtuales o mentales que
            las entrelazan” (baldwin y king, 2018: Ixx).

              Se propone aquí que la crisis de los cuidados y de la sostenibilidad relacional de la vida
            puede ser identificada, entonces, como eje principal de los procesos de cambio que estamos
            viviendo (Fantova, 2014: 65-90) en un contexto de digitalización de nuestra sociedad, que





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