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FUNDACIÓN CASER
o pilares (y órganos o departamentos) de política pública responsables. Para que a un
determinado oficio lo llamemos profesión, parece que le pedimos un plus de conocimiento
disciplinar y compromiso ético (bunge, 1999: 394).
Las actividades profesionales y sus más o menos correspondientes disciplinas (entendi-
das como áreas de conocimiento reconocido como científico o basadas en conocimiento
reconocido como científico) se construyen, en todo caso, en dinámicas de redes en las que
pueden coexistir y dialogar diversos tipos de conocimiento (como el ético, el científico, el
tecnológico o el práctico) y en las que podrían ejercer colaboración y tracción entre sí gran
variedad de agentes: las universidades, otros centros formativos, centros de investigación,
instituciones reguladoras, prestadoras de servicio, institutos de evaluación, entidades acredi-
tadoras o certificadoras, organizaciones profesionales y científicas, defensorías de derechos,
agencias de difusión, consultoras, entidades asociativas ciudadanas, industrias auxiliares u
otros agentes, en el marco, idealmente, de estrategias públicas, sectoriales e intersectoria-
les, de investigación, tecnología e innovación. Diferentes agentes legitiman distintos tipos de
conocimiento (Schön, 1988: 73).
Si se está diciendo que los ámbitos sectoriales de actividad y las profesiones y disciplinas
que actúan en su seno son instituciones históricas y contingentes, cabe decir que especial-
mente históricas y contingentes, así como discutidas y conflictivas, son las fronteras dentro
de y entre unas y otras actividades, profesiones, disciplinas y sectores. Por ello se ha dicho,
por ejemplo, que “toda disciplina científica inventada para llenar un hueco interdisciplinario
agrava el problema de la interdisciplinariedad en justo una disciplina más” (Wagensberg,
2002: 74). Seguramente, si comparamos los procesos actuales de emergencia de activida-
des, sectores, profesiones y disciplinas con los acontecidos en otros momentos de la his-
toria, cabe decir que se trata de procesos más dinámicos, más rápidos, más interactivos.
Daniel Innerarity, refiriéndose a los distintos sistemas sociales como “dinámicos, complejos
y expertos” (Innerarity, 2015: 192), nos ubica en una “sociedad del conocimiento” (Innerarity,
2015: 339).
La otra cara de la moneda del proceso de especialización (y consecuente diferenciación
funcional y estructural) podría ser el de integración, pues tan necesario es que las personas
que nos atiendan sepan cada vez más sobre aspectos parciales de nuestras necesidades y
de cómo abordarlas como que los servicios profesionales se organicen teniendo en cuenta
que la persona portadora de las necesidades es una, que las diferentes necesidades las
presenta ese ser humano único. Ciertamente, “toda actividad humana organizada (desde
la formación de piezas de barro hasta el envío del hombre a la luna) plantea dos requisitos,
a la vez fundamentales y opuestos: la división del trabajo en distintas tareas que deben
desempeñarse y la coordinación de las mismas. La estructura de la organización puede
definirse simplemente como el conjunto de todas las formas en que se divide el trabajo en
tareas distintas, consiguiendo luego la coordinación de las mismas” (Mintzberg, 1991: 269).
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