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FUNDACIÓN CASER





            punto de vista unívoco o de medicalización. Esta visión, obvia las particularidades sociales
            de los individuos al igual que las potencialidades de los mismos. Muchos procesos comunes
            de la vida cotidiana han sido medicalizados, como, por ejemplo, el envejecimiento y la muerte
            (quadrelli & Weigel, 2015). Con el aumento de la longevidad, existe una tendencia a medica-
            lizar la vida de las personas mayores. En cierta forma, la medicalización de la vida, pretende
            así resolver mediante el uso de la medicina, situaciones que no siempre son exclusivamente
            médicas, sino también sociales, psicológicas o vinculadas a las relaciones interpersonales.
            De ahí que concurra un cierto consenso desde los profesionales de lo social, a establecer que
            existen problemas de salud que tienen un abordaje psicosocial, no sólo farmacológico. Se
            trata de una estrategia, que, sin renunciar a la farmacología complementa sus actuaciones,
            porque contribuye a mejorar la calidad de vida y el bienestar. De esta forma, las personas, al
            estar bien, al sentirse bien, mejora su percepción de salud y la satisfacción con la vida por
            ella mismas (Rondón, Aguirre y García, 2018).

              La medicalización de la vida ha generado un creciente interés en los últimos años, tanto
            desde la sociología como desde las disciplinas de la salud, generando nuevas propuestas
            para los individuos y sociedades a nivel mundial, aunque no está exento de debates incon-
            clusos y polarizados al respecto. Consideramos que es una línea de investigación que puede
            aportar interesantes connotaciones a la calidad de vida de la persona mayor, porque centra
            el origen del problema en el individuo y por tanto, instala el paradigma de que la situación
            de salud requiere intervenciones médicas individuales, integrales, además de las soluciones
            colectivas o sociales.

              un problema añadido a lo expuesto anteriormente, se encuentra en la polimedicalización.
            Este concepto aún no ha sido homogeneizado, en el sentido de definir si se refiere a cuando
            se toma más de un medicamento, o si se debe usar cuando los tratamientos que se han pres-
            crito son inadecuados. barroso y Moral (2011) la definen atendiendo a criterios cuantitativos
            y cualitativos. Los primeros son los más utilizados, aunque no parece haber consenso en el
            límite de consumo de medicamentos a partir del cual se podría hablar de polimedicación. Los
            segundos, se basan en la existencia de medicamentos adecuados o no, y no tanto en el nú-
            mero final de éstos. En ambas denotaciones, la polimedicación supone una problemática que
            afecta a la sanidad, la sociedad y a la economía. Y, por último, el peso que supone al Estado,
            el elevado coste farmacéutico, que además está en aumento. Compartimos sustancialmente
            con Maher, Hanlon & Haijar (2014) que la polifarmacia ha sido y siempre será común entre
            la población longeva, debido a la necesidad de tratar varios estados de enfermedad que se
            desarrollan a medida que el paciente envejece. El estudio realizado en Gualhorce (Málaga)
            por parte de terol-Fernández (2016) reflexiona sobre este tema. En los resultados, concluyen
            que el (94%) de la población estudiada tiene prescripción potencialmente inapropiada según
            los criterios del Sistema Andaluz de Salud. Lejos de ser un problema geolocalizado, diversos
            estudios demuestran que este fenómeno se produce a nivel mundial.







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