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FUNDACIÓN CASER





            claridad de tales procesos evaluativos, sino en la eficiencia de los expedientes. Debe pensar-
            se que afecta en cada región a cientos de miles de personas, muchas veces en situaciones
            harto precarias, con una expansión continua de la necesidad de relacionarse.


              La terminología convenida es que la atención a la dependencia y a la discapacidad se
            concrete en “cuidados a largo plazo”. Es un eufemismo para no tener que enfrentarnos con
            la dura realidad de que en muchos casos se trata realmente de “cuidados de por vida”. La
            dureza es también presupuestaria, al haber aumentado la longevidad por encima de todas las
            previsiones. La eficiencia general del sistema sanitario se demuestra precisamente en el dato
            de la ampliación de la longevidad o años de vida media a partir de los 65 años. Se trata de
            un límite convencional que también podría alterase. Luego la dependencia en sentido estricto
            podría verse como un riesgo inevitable del progreso en todos los órdenes.

              Con frecuencia, al referirse a las personas con discapacidad o dependencia, se reitera el
            término “problema”. Efectivamente, se trata de una preocupación colectiva, del Estado y de
            los interesados y sus familias. Pero, examinando la cuestión en términos objetivos respecto
            al pasado, el tal “problema” es en parte consecuencia de un cierto éxito social y particular.
            A saber, muchas de las personas en las situaciones descritas lo son porque han sobrevivido
            gracias a los recursos que proveen el Estado, la sociedad y las familias respectivas. Es decir,
            en las generaciones anteriores el “problema” no destacaba tanto, simplemente porque la
            mortalidad era elevada. Como es lógico, afectaba de modo especial a las personas que hoy
            consideramos con discapacidad o con dependencia. Ambos términos son negativos, por
            convencionales, pero se trata de muchos individuos que en épocas anteriores habrían pere-
            cido o se habrían resignado a una vida de reclusión. Digamos que hemos transitado desde
            la concepción de un “problema” a la comprensión de un “fenómeno”, derogando el carácter
            más despectivo del primer término.


              Las paradojas no terminan aquí. El hecho del reciente aumento de la longevidad (no solo de
            la expectativa de vida al nacer) hace que una población cada vez más envejecida presente
            más casos de discapacidad y dependencia. La mentalidad colectiva ha cambiado, hasta el
            punto de que la necesidad de una vida autónoma o plenamente activa para las personas con
            dependencia se muestra cada vez más exigente.


              La literatura oficial o privada sobre el problema de la dependencia y la discapacidad rebo-
            sa de datos y observaciones de suma utilidad. Pero con frecuencia superpone el deber ser
            con la realidad, los proyectos con la ejecución de los mismos. tales sesgos son naturales y
            previsibles. bueno será compensarlos con las opiniones de la población, que tampoco serán
            objetivas, pero sí más próximas a la realidad. El análisis de los datos de la encuesta que sigue
            nos ayudará a perfilar mejor el punto de vista de la demanda social en este terreno. Se trata
            de un campo de por sí bastante difuso que es necesario delimitar.







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