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SENSIbILIDAD DE LA PobLACIóN ESPAñoLA ANtE LAS PERSoNAS CoN DISCAPACIDAD
1. introduCCión.
La dependencia y la discapacidad son hechos relacionados y constantes, por cuanto siem-
pre hay personas que no poseen completa autonomía para valerse por sí mismas en la reali-
zación de las tareas cotidianas. La dependencia se explica más bien por el paso de los años
en todos los sujetos. La discapacidad tiene que ver también con el paso de los años, pero
sobre todo con limitaciones de tipo físico o mental, debidas a la constitución del sujeto, una
enfermedad o un accidente. No todas las personas con discapacidad son dependientes a
ellas les gusta hablar, más bien, sobre sus capacidades o sus parcelas de independencia.
Los distintos grados de dependencia van asociados al nivel de autonomía personal que al-
cance cada individuo en distintas parcelas de su vida cotidiana. De los cuatro millones de
personas con discapacidad que se estiman en España, existe un número elevado que man-
tienen suficiente autonomía personal para no ser considerados personas con dependencia.
Ambos fenómenos tienen en común que el sujeto puede llegar a necesitar ayuda, ya sea de
familiares, profesionales o apoyos institucionales. En el caso de personas con discapacidad,
no necesariamente precisan de una atención continua que traspase los límites de la lesión
que padecen. Cuando se pierde en algún grado la autonomía personal es cuando surge la
necesidad de ayuda y se depende de otros, inevitablemente sucede así. El problema se con-
vierte en “social”, por cuanto interviene la necesidad de ayudas públicas. Debe recordarse la
paradoja de que el principio de igualdad, esencial en las sociedades democráticas actuales,
significa un trato que favorezca a los desiguales.
A medida que la sociedad se va haciendo más compleja, la dependencia y la discapacidad
se convierten en problemas sociales por varias razones y circunstancias. Primera, porque
su dimensión se amplía al producirse una notable elevación de las tasas de envejecimiento,
que es, a su vez, consecuencia necesaria de la menor natalidad y la mayor longevidad. Son
dos procesos demográficos que difícilmente se pueden alterar, aparte de que se consideran
convenientes o por lo menos son correlativos del progreso general. Segunda, porque la fa-
milia actual ya no puede hacerse cargo por sí sola de esa función de ayuda a las personas
con dependencia y con discapacidad, tal es el volumen de la necesidad que se demanda.
Esa situación se refuerza todavía más por la creciente disposición de las mujeres a trabajar
fuera de casa. Ahí es donde aparece la figura del cuidador profesional. La conclusión es que
las necesidades que se desprenden de la condición de discapacidad y, en mayor grado, de
dependencia, se convierten en un derecho exigible ante el Estado. Ese es el momento en que
nos encontramos ahora en España. Añádase la particularidad de que la exigencia del nuevo
derecho se hace más firme en el último decenio, justamente el que coincide con una severa
crisis económica. Hay una tercera razón por la que el problema social aquí estudiado desde
el punto de vista de la opinión adquiere una creciente gravedad. Se trata de una necesidad
objetiva que se manifiesta con una exigencia cada vez mayor por parte de la población afec-
tada, y no solo por los individuos, sino por los hogares correspondientes. todavía queda una
cuarta razón por la que esta cuestión adquiere cada vez más relieve. A saber, las tareas nor-
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