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FUNDACIÓN CASER
• Movilizar a la ciudadanía y construir redes sociales (que aporten identidad y apoyo).
• Construir capacidad y resiliencia comunitaria.
• Influir sobre comportamientos y normas sociales.
• Rediseñar los servicios públicos de primera línea para que actúen como parte del ecosis-
tema local (Randle, 2017: 65-66).
Cabe suponer que, “si en el ámbito global la función de las instituciones públicas será cada
vez más la regulación, en el ámbito local las principales competencias serán la prestación de
servicios públicos en red con la colaboración de organizaciones privadas con ánimo y sin áni-
mo de lucro” (Ramio, 2016: 120). En el actual momento de desarrollo de las políticas sociales
en nuestro entorno no parece aconsejable la profusión, improvisación, desorden, confusión
e, incluso, saturación que existe en lo tocante a las iniciativas de carácter intersectorial. Se
impone que una autoridad central (como una vicepresidencia) dirija unas estructuras de go-
bernanza intersectorial con partícipes claros y dinámicas establecidas. una estructura que
sea similar a la que pueda replicarse hacia arriba (en territorios más extensos) y hacia abajo,
en territorios más pequeños. No parece aconsejable que cada agente que, en un territorio,
se plantea la necesidad de algún tipo de dinámica intersectorial, pueda arrancar desde cero,
sino que debe entenderse como responsabilidad de los órganos centrales de los gobiernos
un cierto diseño de estructuras y facilitación de procesos: unos lugares preparados y cami-
nos asfaltados para la gobernanza de la intersectorialidad.
En esta gobernanza intersectorial del bienestar es fundamental trabajar la intersectorialidad
entre diferentes ramas las políticas sociales, pero también, de igual modo, la que se produ-
ce entre éstas y otras ramas de política pública identificadas como laborales y económicas
o urbanísticas y ecológicas. La envergadura de la inversión social y su impacto obligan a
este planteamiento intersectorial en el que van de la mano la sostenibilidad social, econó-
mica y ambiental. Ciertamente, en el caso de los servicios sociales, por ejemplo, “se debe
reconsiderar, no sólo como un ‘coste’, sino como un sector económico importante con el
potencial para brindar prosperidad inclusiva en toda la región. Alimentando una diversidad
de proveedores de atención a escala comunitaria que harían que el sistema como un todo
sea más resistente y centrado en la persona. también podría ser la plataforma central de una
política económica que surja de las necesidades reales, las vidas cotidianas y los activos de
las comunidades dentro de un área, en lugar de grandiosas estrategias basadas los centros
urbanos que esperan ‘gotear’ hacia quienes están en la periferia demográfica y geográfica”
(Powell y otras, 2016:45).
En cuarto lugar, no cabe duda de que determinadas interfaces entre determinados ámbitos
sectoriales o subsistemas sectoriales del sistema de bienestar son zonas más calientes que
otras, es decir, son (si se permite la expresión) hubs por los que discurren muchos más itine-
rarios e itinerarios más complejos que en otros. Para estas interfaces, los modelos de aten-
ción integrada intersectorial contarían con un abanico de herramientas como las siguientes:
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