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PERSPECtIVAS Y PRIoRIDADES EN AtENCIóN INtEGRADA
• El cuidado en la continuidad de la intervención y los itinerarios intersectoriales, especial-
mente en momentos delicados de transición entre ámbitos, facilitados mediante la intero-
perabilidad entre sistemas de información sectoriales.
• La identificación proactiva de las situaciones y casos de menor o mayor complejidad
social mediante sistemas preventivos de diagnóstico, valoración, evaluación y cribado en
función de criterios de segmentación o estratificación.
• La protocolización de itinerarios tipo (o el establecimiento de estrategias compartidas)
para determinados segmentos o perfiles poblacionales de cierta complejidad, flexibles para
adaptarse personalizadamente a las características y preferencias individuales en los itine-
rarios intersectoriales.
• La instalación, cuando sean necesarios, de procesos intersectoriales de coordinación o
gestión de caso, asumiendo el liderazgo del caso el sector cuya necesidad de referencia
sea predominante en cada momento.
• La generación, en su caso, de servicios integrados (con prestaciones y profesionales
propios de diferentes ámbitos sectoriales), de modo que, excepcionalmente, pueda darse,
desde un sector, una atención integral.
• La necesidad, en cualquier modo, de trabajar la integración intersectorial en el nivel macro
(con expresión presupuestaria), en el nivel meso (con gestión resolutiva) y en el nivel micro
(de modo que la persona no note las “costuras”).
Por último, en quinto lugar, en un modelo de atención integrada, se trata también de poten-
ciar una más amplia y abierta construcción y dinámica de redes en los ecosistemas secto-
riales e intersectoriales de práctica y conocimiento para favorecer la innovación tecnológica
y social. Cabe suponer que, posiblemente, el aumento de la complejidad social impulsaría
arreglos (mix) diversos entre sector público, tercer sector y otros agentes en los diferentes
ámbitos sectoriales y un acercamiento menos ideológico y más pragmático a dichas articula-
ciones, atendiendo tanto a la inercia institucional (path dependency) como a las oportunida-
des de girar estratégicamente. La evidencia comparada parece clara en cuanto a la presen-
cia habitual de estos grandes tipos de agentes (con distintos pesos y roles según sectores,
países y, en definitiva, regímenes de bienestar) y en cuanto a la resiliencia de los arreglos
entre ellos en los diferentes sectores de actividad en cada país (a pesar de la amenaza de
las crisis económicas o las ideologías de los partidos que llegan a los gobiernos) (Del Pino y
Rubio, 2016: 44). La ciudadanía podría estar abierta a un mayor o más estratégico papel del
Estado (como Estado orientado a la inversión social), con lo que ello conlleva en términos de
cotizaciones o impuestos, pero los poderes públicos y los otros agentes implicados habrían
de presentarle una oferta creíble de valor para cada política sectorial en particular.
Sea como fuere, antes de entrar en el (legítimo) debate ideológico, político y técnico sobre
el volumen (esfuerzo) de la inversión pública en el sector de los servicios sociales o en otros;
sobre el peso y papel de las diferentes esferas (pública, comunitaria, solidaria y privada); o
sobre la medida en qué queremos pagar los servicios mediante impuestos, cotizaciones,
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