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SENSIbILIDAD DE LA PobLACIóN ESPAñoLA ANtE LAS PERSoNAS CoN DISCAPACIDAD
un correlato parecido se muestra con el tipo de prejuicio que hemos llamado ocultamiento
(“si tuviera una persona con discapacidad en la familia procuraría no comentarlo”). Solo un
11% de los entrevistados con estudios medios ocultarían a esa persona con discapacidad,
en el caso de tenerla en la familia. Contrástese con el 44% que se asigna a los entrevistados
sin estudios. Como sabemos, la media es el 24%, que es una proporción baja, pero nos indi-
ca que también asoma con cierta fuerza el prejuicio negativo. Lo relevante de estos datos es
que se corrobora lo suficiente el conocimiento acumulado por la literatura sobre el particular.
A saber, el ascenso por la escala educativa supone liberar algunos prejuicios negativos. El
supuesto teórico es que el prejuicio negativo se dispara cuando falta información y capaci-
dad para elaborarlo.
Ya hemos visto que es muy amplio el conocimiento que se tiene de alguna persona con
discapacidad en el medio donde se vive. Recordemos que el promedio es el 57%. Lo que
ahora se puede añadir es que el hecho de conocer a alguna persona con discapacidad eleva
sustancialmente la altura de los prejuicios, sobre todo los negativos. Así, el 32% de los en-
trevistados que conocen a alguna persona con discapacidad reconocen que no les gustaría
relacionarse con ese tipo de personas.
La proporción desciende al 18% en el supuesto de los que dicen conocer a alguna perso-
na con discapacidad. La disparidad es tan enorme que echa por tierra la tesis comúnmente
admitida de que el conocer a las personas con discapacidad suaviza los prejuicios negativos.
De modo general, el hecho de haber mejorado el nivel de vida respecto a los padres explica
el alza de muchos prejuicios negativos. Veamos algunos ejemplos de esta sorprendente con-
catenación. Solo el 12% de los que no han mejorado su nivel de vida respecto a los padres
aseguran que, en caso de tener en casa a una persona con discapacidad, la ocultarían. Pero
esa conducta la seguirían el 28% de los que han ascendido de nivel de vida respecto a la
generación de los padres. quiere esto decir que el ascenso social incita a un cierto distancia-
miento de las personas que puedan considerarse como diferentes o problemáticas.
El 76% de los entrevistados que han progresado respecto al nivel de sus padres aseguran
que se encuentran sensibilizados respecto al mundo de la discapacidad. La proporción es
alta, seguramente algo exagerada por el factor de “lo políticamente correcto”, al que se alude
tantas veces. Pero es que asciende todavía más, hasta el 91%, en el supuesto de que no se
haya progresado respecto a la familia de origen.
En el supuesto de los entrevistados que no anticipan una mejora de nivel de vida para sus
hijos, el 24% indican que no les gustaría relacionarse con una persona con discapacidad
(discriminación). La proporción sube al 34% entre los que sí esperan que sus hijos mejoren
de posición social. La discriminación según este enunciado (prefiero no estar en el mismo
ambiente que PD) reflejaría una dimensión clara de exclusión. Aparentemente, los porcentajes
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