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FUNDACIÓN CASER
son bajos, al menos de los menos nutridos. Es curioso ya que en otros planteamientos más
concretos (voto, créditos, educación, capacidades, por ejemplo) existe un ánimo encendido al
sentirse incomprendidos y excluidos. Lo que se desprende de estas posiciones es el camino
que queda por recorrer con objeto de normalizar la vida de las personas con discapacidad
con relación a la integración con la población general.
El tipo de los “bien situados” (mejor nivel de vida que el de los padres o el de los hijos) se
distingue por resaltar más los prejuicios negativos. Por ejemplo, el 34% de los “bien situa-
dos” sostienen que “debe haber leyes para evitar que las personas con discapacidad tengan
hijos” (estigma genésico). La proporción de un prejuicio tan negativo afecta solo al 16% en la
tipología que hemos denominado: “marginados” (viven peor que los padres y que los hijos).
No hay ninguna otra cuestión que hayamos planteado que despierte mayor indignación en
las conversaciones de las sesiones cualitativas.
Se puede comprobar el mismo efecto de la movilidad familiar, en este caso con los hijos,
sí se observan los prejuicios positivos. Como sabemos, admiten un mayor reconocimiento
general, si bien hay que remachar que se trata de opiniones que adhieren una cierta exagera-
ción, la que aconseja el “buenismo” como mentalidad dominante. Destaquemos una ilustra-
ción concreta, entre otras. El 51% de los que anticipan la prosperidad de sus hijos perciben
que “las personas con discapacidad suelen tener un sentido del humor admirable” (simpatía:
total de 67%). Pero lo suscriben el 68% de los que no creen que sus hijos vayan a prosperar,
seguramente porque se van a ver más afectados por la crisis económica. De nuevo hay que
concluir que una discrepancia tan profunda no puede ser aleatoria.
El 36% de los que sitúan con ventaja respecto a la posición social de sus amigos se sien-
ten acordes con el prejuicio etiquetado como descalificación. Recordemos que reza así: “las
personas con discapacidad no pueden realizar su trabajo como los demás”. Esa modesta
proporción sube hasta el 45% en el caso de los que perciben a sus amigos en una posición
inferior. Este es uno de los asuntos centrales con relación al colectivo y habla de las capaci-
dades. Precisamente, una y otra vez los afectados se saben capacitados y no discapacitados
aun con una limitación en alguna de sus facultades. Lo que expresan es que les han de valo-
rar por lo que sí pueden hacer y no por el resto. tradicionalmente, existe mucha sensibilidad
en los términos para referirse a estas personas.
una primera forma de pesimismo, medida con los datos de la encuesta, es el temor que se
manifiesta en llegar a la situación de dependencia por el simple paso de los años. Sabemos
que esa forma de pesimismo se acusa más en las mujeres que en los varones, seguramente
por la mayor longevidad femenina o el desamparo en que quedan algunas mujeres viudas.
Se trata ahora de comprobar si esa variable ayuda a explicar la amplitud de los prejuicios.
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