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FUNDACIÓN CASER





            acciones responden al objetivo de cubrir ciertas necesidades con el objetivo de alcanzar y
            mantener el bienestar personal.


              Abraham Maslow introdujo el concepto de la jerarquía de necesidades en 1943 en su ar-
            tículo “A theory of Human Motivation” y en su libro “Motivation and Personality”. Defendió
            que cuando se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollamos
            necesidades y deseos más elevados. Las cinco categorías de necesidades que él definió
            son: fisiológicas, de seguridad, de afiliación, de reconocimiento y de autorrealización. Maslow
            señaló que las necesidades básicas se ubican en la base de la pirámide, mientras que las
            necesidades más complejas se encuentran en la parte más alta. Esta teoría facilita la com-
            prensión de lo que ocurre cuando las personas en situación de vulnerabilidad aprecian que
            sus necesidades básicas han sido atendidas y demandan satisfacer otras necesidades que
            responden al reconocimiento de lo que han sido y a la valoración a su persona con la dig-
            nidad que significa ser un sujeto activo con capacidad de decidir y con la necesidad de ser
            preguntado ante las necesidades de su vida cotidiana.


              Este planteamiento nos lleva a reflexionar sobre la necesaria coordinación socio-sanitaria y
            a dar respuesta al porqué una vez satisfechas las necesidades más básicas, fisiológicas y de
            seguridad, surgen de manera automática la necesidad de afiliación, que también la podemos
            traducir como necesidad de relación estable, de encuentro interpersonal, de mantener vín-
            culos emocionales, en definitiva, la necesidad de estar con otros en un contexto gratificante.
            Esta es la razón de porqué tiene tanta importancia en el bienestar de una persona ser parte de
            una comunidad, vivir la inclusión social y no sentirse ajeno al entorno que le rodea. Es lo que
            entendemos por inclusión social, es decir ser agente y no paciente en el cuidado personal,
            ser una persona activa y no pasiva en la vida cotidiana, en definitiva, ser protagonista de su
            vida y no una persona espectadora de la sociedad en la que vive.


              Esta vinculación con el entorno a través de las relaciones sociales va a satisfacer la necesi-
            dad de reconocimiento, de sentirse valorado, que a su vez es uno de los caminos imprescin-
            dibles para mantener la estima del yo, lo que entendemos por autoestima, que siempre crece
            cuando las personas sienten que son valoradas y reconocidas dentro de la vida comunitaria
            en la que viven. Con estos planteamientos se fundamenta la necesidad de una coordinación
            socio-sanitaria que aúne el mantenimiento de un buen estado de salud física y psíquica y a
            la vez posibilite desempeñar un papel activo en el entorno en el que se vive como un camino
            para realizarse en lo personal y en lo social. Por eso es importante establecer una buena re-
            lación entre la atención a las personas en los centros de servicios sociales, sanitarios y resi-
            denciales y al propio entorno social en el que está enclavado el centro. Este clima de relación
            casi siempre es vivido por las personas beneficiarias como uno de los principales factores
            de la calidad de atención que se presta a través de los programas sociales, sanitarios y re-
            sidenciales. No olvidemos que la eficacia y la eficiencia en los servicios que se prestan a la
            ciudadanía es hoy uno de los retos de los servicios socio-comunitarios.





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